jueves, 31 de mayo de 2012

Iglesia y jerarquía (primera parte)


Hay que decirlo con sinceridad, muchos de nosotros respiramos la presencia de la jerarquía dentro de la Iglesia como una cierta dificultad. Generalmente se piensa que es una falta de humildad y de una incapacidad a la obediencia o una genérica rebeldía de quien quiere ser totalmente autónomo e independiente en sus decisiones. Pero no es así y creo que esto no es el problema. No es la presencia de una jerarquía que provoca un rechazo hacia el sistema, sino la modalidad de ejercicio de la misma.
Nuestra sociedad se encuentra dentro de una estructura jerárquicamente organizada y esto no es un problema. La jerarquía se percibe dentro de la familia, colegio, trabajo,  en los  amigos o en la relación de pareja; manifestándose las diferentes formas de familias  estructuradas. El asunto es, como se puede comprender la jerarquía y como poderla ejercer.

Generalmente dentro de la Iglesia se considera la jerarquía como escalera jerárquica y ejercicio de poder. Claramente pocos, pero ahora siempre menos, se expresarían así, pero, en la realidad cotidiana, esto es lo que te hacen respirar y vivir.  Cuando te encuentras en el nivel alto quiere decir, en la escalera jerárquica, más poder tienes en el campo de las decisiones, antes que todo sobre la vida de las otras personas. Hay la clara percepción que esta jerarquía se expresa con opiniones juzgadoras en la vida de los demás, con la pretensión de saber siempre lo correcto y de tener la última palabra resolutiva en las diferentes situaciones. Resulta una modalidad soberbia y a la vez arrogante. Claramente no se puede generalizar, pero fácilmente se encuentran actitudes comunes en quien expresa un carácter fuerte se relaciona con el poder jerárquico y, lo ejerce de arriba hacia abajo. Es un ícono común pensar en la Iglesia como una estructura piramidal que pone más arriba al Papa y pasando por cardenales, obispos, sacerdotes y religiosos se llega a los laicos. De consecuencia no importa a qué nivel te encuentras, siempre tendrás alguien bajo de ti con el cual ejercer un poder, a menos que no eres laico. Imagino que esta estructura piramidal toma fuerza en la idea que la verdad, Dios, se encuentra en el nivel más alto, y entonces al alcance de quien se encuentra más arriba. Por siglos hemos respirado la idea, falsa, que el Papa o un obispo o un sacerdote se encuentren más cerca a Dios, como si hubiera un canal de comunicación más directo y preferencial. En esto sentido concedemos a la jerarquía más alta la palabra verdadera y justa, olvidándonos que en la Biblia la jerarquía nunca es capaz de una palabra profética, y que Jesús rehusó esta estructura, más bien haciendo de su grupo una familia donde se es madre, hermanos y hermanas (cfr. Lc 8, 21). Nada de padres y nada de santidad o excelentísimos.
En estos años me parece haber hecho la experiencia directa de esta estructura, sorda a las problemáticas verdaderas de quien se encuentra abajo y muda en la capacidad de palabras que realmente donan dignidad a las personas. He escuchado juicios sobre la vida de las otras personas, calificando como bueno o malo lo que se conoce solo desde a fuera. He escuchado juicios últimos fuertes de la pretensión de una verdad absoluta. Tendría un montón de ejemplos concretos para confirmar lo que digo, pero no quiero quedarme en la casuística. Digo esto con una cierta conciencia, porque yo mismo hago parte de esta estructura y, tal vez, encarno esta modalidad. No es raro en Italia escuchar de parte de la Iglesia juicios sobre la vida política nacional para después repetir la misma lógica de intereses personales y partidarios en la misma Iglesia. Sabemos muy bien que el famoso Espíritu Santo en la toma de algunas decisiones es solo un bonito cuento. A menos que también el Espíritu no se ha hecho experto en política partidaria.

Personalmente rehúso y rechazo esta forma de ejercicio de la jerarquía que cansa y hace tropezar el camino de la Iglesia. Más de una vez he vivido con cierta vergüenza y temor la actitud jerárquica dentro de la Iglesia. No es cosa rara ver un obispo que actúa como un pequeño rey de su diócesis, o un sacerdote como patrón de su parroquia. Se toman decisiones pasando por encima de la gente, con la pretensión de una verdad absoluta o fuerte de un poder instituido con la ordenación sacerdotal. Por caridad, no es porque sean malas personas en sí, pero simplemente partícipes de un sistema que con demasiada sencillez e ingenuidad se aceptó como tradicionalmente bueno. Tal vez esta bondad generalizada confunde y hace aceptar el mismo sistema.

Y entonces ¿Cómo pensar en la jerarquía sin quererla eliminar?
Empezamos de una conciencia clara que hay un solo pastor y que todos, Papa, obispos,  sacerdotes, religiosos y laicos somos un solo grey (cfr. Jn 10, 16). Nadie nos dio el poder de ser el pastor. Recordamos que hay un solo sembrador y que todos somos semilla (cfr. Lc 8, 5). Volvemos a considerar el papel de los obispos por lo que verdaderamente tendrían que ser: supervisores (“Episkopos”, literalmente supervisor: epi, sobre; skopeo, mirar o vigilar). Le concedimos el poder de la decisión, pero su función verdadera es la de supervisar una diócesis no mandarla. Los presbíteros son ancianos (“presbites”: anciano) con la función de la síntesis de caminos que deberían ser fruto de una participación inclusiva y no aceptación de órdenes, o más sencillamente, indicaciones que llegan desde arriba. El Papa reconozca su papel desde la perspectiva episcopal (recuerdo que la del papa no es un ordenación) y entonces como supervisor del camino de comunión fruto de las experiencias de las diferentes Iglesias y no el mandatario de una única Iglesia (recuerdo que al principio para hablar de la Iglesia se decía siempre las Iglesias, cfr. Apocalipsis).

¿Se puede todavía pensar en la Iglesia como comunión, no ligada a un hombre solo, Papa u obispo que sea, sino a un proyecto comúnmente pensado, construido y actuado?
¿Podemos pensar en una Iglesia  de participación responsable y no cooperante?
¿Se puede pensar en la jerarquía como ejercicio de responsabilidades humildes de servicio y no solo poder de tomar decisiones?
Necesitamos de una jerarquía, pero no la que últimamente está expresando la Iglesia de estos años. Tengo en la memoria ejemplos de un ejercicio de autoridad verdaderamente humilde, acogedora y de servicio como la del Cardenal Carlo María Martini en Milano o profética como la del Papa Juan XXIII.
Tal vez esperamos tiempos mejores, pero no juzgamos ni juzguemos quien se cansó de esperar o de forzar los tiempos de la espera y por esto tomó o tomará la debida distancia de esta Iglesia, muchas veces expresión solo de sí misma.

Emanuele Munafó

1 comentario:

  1. Interesante conclusion y una muy linda instrucción de lo que es Jerarquia y mas en la Iglesia, los Laicos somos los que mas interrogantes tenemos sobre el actuar de los sacerdotes y obispos,pero mas obispos, pues no entendemos hacia donde conducen el rebaño que Dios les entrego,me pregunto ¿porque ellos creen poder Juzgar tan tajantemente el actuar de los laicos,antes que buscarlas y sanar sus heridas y encaminarlos? en una ocasion un sacerdote que habia dicho: se acercan a comulgar los que estan preparados pero no comulguen los convivientes, una amiga que se acerco sin escuchar en plena fila la saco no le dio la hostia, sintiendo ella una gran verguenza. Gracias por hacernos reflexionar tambien , quien sabe culpa tenemos muchos laicos que no nos acercamos a Dios, pero siempre hay un buen pastor que nos instruye un anciano que con su sabiduria nos guia.

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