Hay que decirlo
con sinceridad, muchos de nosotros respiramos la presencia de la jerarquía
dentro de la Iglesia como una cierta dificultad. Generalmente se piensa que es
una falta de humildad y de una incapacidad a la obediencia o una genérica
rebeldía de quien quiere ser totalmente autónomo e independiente en sus
decisiones. Pero no es así y creo que esto no es el problema. No es la
presencia de una jerarquía que provoca un rechazo hacia el sistema, sino la
modalidad de ejercicio de la misma.
Nuestra sociedad
se encuentra dentro de una estructura jerárquicamente organizada y esto no es
un problema. La jerarquía se percibe dentro de la familia, colegio, trabajo, en los
amigos o en la relación de pareja; manifestándose las diferentes formas
de familias estructuradas. El asunto es,
como se puede comprender la jerarquía y como poderla ejercer.
Generalmente dentro
de la Iglesia se considera la jerarquía como escalera jerárquica y ejercicio de
poder. Claramente pocos, pero ahora siempre menos, se expresarían así, pero, en
la realidad cotidiana, esto es lo que te hacen respirar y vivir. Cuando te encuentras en el nivel alto quiere
decir, en la escalera jerárquica, más poder tienes en el campo de las
decisiones, antes que todo sobre la vida de las otras personas. Hay la clara
percepción que esta jerarquía se expresa con opiniones juzgadoras en la vida de
los demás, con la pretensión de saber siempre lo correcto y de tener la última
palabra resolutiva en las diferentes situaciones. Resulta una modalidad
soberbia y a la vez arrogante. Claramente no se puede generalizar, pero
fácilmente se encuentran actitudes comunes en quien expresa un carácter fuerte se
relaciona con el poder jerárquico y, lo ejerce de arriba hacia abajo. Es un ícono
común pensar en la Iglesia como una estructura piramidal que pone más arriba al
Papa y pasando por cardenales, obispos, sacerdotes y religiosos se llega a los
laicos. De consecuencia no importa a qué nivel te encuentras, siempre tendrás
alguien bajo de ti con el cual ejercer un poder, a menos que no eres laico.
Imagino que esta estructura piramidal toma fuerza en la idea que la verdad,
Dios, se encuentra en el nivel más alto, y entonces al alcance de quien se
encuentra más arriba. Por siglos hemos respirado la idea, falsa, que el Papa o
un obispo o un sacerdote se encuentren más cerca a Dios, como si hubiera un
canal de comunicación más directo y preferencial. En esto sentido concedemos a
la jerarquía más alta la palabra verdadera y justa, olvidándonos que en la
Biblia la jerarquía nunca es capaz de una palabra profética, y que Jesús rehusó
esta estructura, más bien haciendo de su grupo una familia donde se es madre,
hermanos y hermanas (cfr. Lc 8, 21). Nada de padres y nada de santidad o
excelentísimos.
En estos años me
parece haber hecho la experiencia directa de esta estructura, sorda a las
problemáticas verdaderas de quien se encuentra abajo y muda en la capacidad de
palabras que realmente donan dignidad a las personas. He escuchado juicios
sobre la vida de las otras personas, calificando como bueno o malo lo que se
conoce solo desde a fuera. He escuchado juicios últimos fuertes de la
pretensión de una verdad absoluta. Tendría un montón de ejemplos concretos para
confirmar lo que digo, pero no quiero quedarme en la casuística. Digo esto con
una cierta conciencia, porque yo mismo hago parte de esta estructura y, tal
vez, encarno esta modalidad. No es raro en Italia escuchar de parte de la
Iglesia juicios sobre la vida política nacional para después repetir la misma
lógica de intereses personales y partidarios en la misma Iglesia. Sabemos muy
bien que el famoso Espíritu Santo en la toma de algunas decisiones es solo un
bonito cuento. A menos que también el Espíritu no se ha hecho experto en
política partidaria.
Personalmente
rehúso y rechazo esta forma de ejercicio de la jerarquía que cansa y hace
tropezar el camino de la Iglesia. Más de una vez he vivido con cierta vergüenza
y temor la actitud jerárquica dentro de la Iglesia. No es cosa rara ver un
obispo que actúa como un pequeño rey de su diócesis, o un sacerdote como patrón
de su parroquia. Se toman decisiones pasando por encima de la gente, con la
pretensión de una verdad absoluta o fuerte de un poder instituido con la
ordenación sacerdotal. Por caridad, no es porque sean malas personas en sí,
pero simplemente partícipes de un sistema que con demasiada sencillez e
ingenuidad se aceptó como tradicionalmente bueno. Tal vez esta bondad
generalizada confunde y hace aceptar el mismo sistema.
Y entonces ¿Cómo
pensar en la jerarquía sin quererla eliminar?
Empezamos de una
conciencia clara que hay un solo pastor y que todos, Papa, obispos, sacerdotes, religiosos y laicos somos un solo
grey (cfr. Jn 10, 16). Nadie nos dio el poder de ser el pastor. Recordamos que
hay un solo sembrador y que todos somos semilla (cfr. Lc 8, 5). Volvemos a
considerar el papel de los obispos por lo que verdaderamente tendrían
que ser: supervisores (“Episkopos”, literalmente supervisor: epi, sobre;
skopeo, mirar o vigilar). Le concedimos el poder de la decisión, pero su
función verdadera es la de supervisar una diócesis no mandarla. Los
presbíteros son ancianos (“presbites”: anciano) con la función de la
síntesis de caminos que deberían ser fruto de una participación inclusiva y no
aceptación de órdenes, o más sencillamente, indicaciones que llegan desde
arriba. El Papa reconozca su papel desde la perspectiva episcopal
(recuerdo que la del papa no es un ordenación) y entonces como supervisor del
camino de comunión fruto de las experiencias de las diferentes Iglesias y no el
mandatario de una única Iglesia (recuerdo que al principio para hablar de la
Iglesia se decía siempre las Iglesias, cfr. Apocalipsis).
¿Se puede
todavía pensar en la Iglesia como comunión, no ligada a un hombre solo, Papa u
obispo que sea, sino a un proyecto comúnmente pensado, construido y actuado?
¿Podemos pensar
en una Iglesia de participación
responsable y no cooperante?
¿Se puede pensar
en la jerarquía como ejercicio de responsabilidades humildes de servicio y no solo
poder de tomar decisiones?
Necesitamos de
una jerarquía, pero no la que últimamente está expresando la Iglesia de estos
años. Tengo en la memoria ejemplos de un ejercicio de autoridad verdaderamente
humilde, acogedora y de servicio como la del Cardenal Carlo María Martini en
Milano o profética como la del Papa Juan XXIII.
Tal vez
esperamos tiempos mejores, pero no juzgamos ni juzguemos quien se cansó de
esperar o de forzar los tiempos de la espera y por esto tomó o tomará la debida
distancia de esta Iglesia, muchas veces expresión solo de sí misma.
Emanuele Munafó
Interesante conclusion y una muy linda instrucción de lo que es Jerarquia y mas en la Iglesia, los Laicos somos los que mas interrogantes tenemos sobre el actuar de los sacerdotes y obispos,pero mas obispos, pues no entendemos hacia donde conducen el rebaño que Dios les entrego,me pregunto ¿porque ellos creen poder Juzgar tan tajantemente el actuar de los laicos,antes que buscarlas y sanar sus heridas y encaminarlos? en una ocasion un sacerdote que habia dicho: se acercan a comulgar los que estan preparados pero no comulguen los convivientes, una amiga que se acerco sin escuchar en plena fila la saco no le dio la hostia, sintiendo ella una gran verguenza. Gracias por hacernos reflexionar tambien , quien sabe culpa tenemos muchos laicos que no nos acercamos a Dios, pero siempre hay un buen pastor que nos instruye un anciano que con su sabiduria nos guia.
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