sábado, 13 de octubre de 2012

La Teología de la Liberación, una experiencia

Romero - Cerezo Barredo
“¿Tu eres de la teología de la liberación?”
Es una pregunta que me hicieron más de una vez últimamente. Quien me pregunta son padres, seminaristas y laicos. Me acuerdo cuando en Italia un amigo del movimiento de Comunión y Liberación me preguntó porque hacía homilías de izquierda. En ese tiempo mi respuesta fue: “hablando de pobres, de paz o de migrantes pensaba de hablar del evangelio y no de la izquierda italiana”.
La pregunta que me hicieron sobre mi adhesión a la Teología de la Liberación siento que tiene el mismo sabor. Ahora, también si no cambiaría la respuesta, siento la necesidad de añadir algunas aclaraciones. Quiero precisar algunos puntos por coherencia y sinceridad.

¿Yo soy de la teología de la liberación?
La pregunta, como en el pasado, me causó una sonrisa y el deseo de empezar a aclarar.
Tengo la sensación que utilizar la palabra “liberación” parece casi un tabú. En cambio hay que recordar que el lenguaje de la liberación antes de ser teológico o pastoral es bíblico.
El lenguaje de la liberación está presente muchas veces como el deseo de Dios a favor del hombre y como la actitud concreta suya dentro de la historia humana.
Claramente no podemos no pensar en la liberación del pueblo de Israel de las manos de los egipcios pero hay que recordar que ya con las palabras de José, hijo de Jacob, se esperaba este acontecimiento como una gran liberación.

Dios, pues, me ha enviado por delante de ustedes, para que nuestra raza sobreviva en este país: ustedes vivirán aquí hasta que suceda una gran liberación.” (Gen 45,7)

Los mismos profetas retoman en más de una oportunidad este lenguaje de la liberación, citamos una como ejemplo.

“Préstame atención, pueblo mío, mi nación, escúchame; que una instrucción saldrá de mí, y juicio mío para luz de las naciones. Inminente, cercana está mi justicia, saldrá mi liberación, y mis brazos juzgarán a los pueblos.” (Is 51, 4-5)

Los salmos también no están  exentos de este lenguaje, más bien de frecuente celebran la actitud libertadora de Dios

“diciendo a Yahveh :  "  ¡Mi refugio y fortaleza, mi Dios, en quien confío! Que él te libra de la red del cazador, de la peste funesta”  (Sl 91, 2-3)

El mismo Jesús confirma este lenguaje tanto en la oración (el Padre Nuestro) cuanto con la actitud (todas las sanaciones).
Este lenguaje hace parte también de nuestra actualidad y cotidianidad visto que como cristianos celebramos la eucaristía que tiene su fundamento en la pascua hebraica que es memoria de liberación.

Para una persona que se reconoce de la Teología de la Liberación ¿en qué sentido vive esta pertenencia? De seguro no es como ser hincha de un equipo o pertenecer a un grupo que tratará de defenderse. La pertenencia en cambio revela una manera de pensar, de ser y de creer. Las razones tienen que ser muy profundas, y son inspiraciones que exigen explicaciones y aclaraciones que no te permiten contestar sí o no, sino que te invitan a compartir pensamientos, sentimientos y convencimientos que hablan de la vida de cada uno, de sus opciones, de su camino de vida y de su fe.

Personalmente conocí más de cerca esta teología en el momento en que me mudé acá en el Perú. Carlo María Martini decía que la Teología de la Liberación se podía entender solo desde el lugar de su nacimiento. Considero esta afirmación extremamente verdadera sobre todo para una teología que nace desde abajo, desde la situación de una tierra que tiene la opresión inscrita en su historia, una opresión reconocida que en conjunto con la fe en el Dios de la vida han hecho nacer una teología que es práctica para lograr una vida digna para todos. Esta es la promesa antigua de Dios con los hombres ya desde Abraham en el momento que se le promete tierra y descendencia. Es la memoria antigua del Dios que libra el hombre de toda forma de esclavitud (la liberación integral).

Yo vengo de una cultura, la europea, que ve a la Teología de la Liberación con sospecha y temor. La considera una reflexión condenada, equivocada, hasta marxista. No escondo que este prejuicio me condicionó por un tiempo. Un condicionamiento que no me prohibió de tener curiosidad, de preguntar y tratar de conocer más. Ha sido suficiente poco tiempo para cambiar de idea. Ha sido el tiempo necesario para perderme en esta tierra, en su historia, en su cultura, en su fe y costumbre, en las problemáticas de su sociedad. Ha sido el tiempo durante el cual me di cuenta que esta teología es una respuesta eficaz y real a una situación de injusticia totalmente contraria al original proyecto de Dios, al anuncio del Reino.
Este proceso lo viví simplemente tratando de ser fiel al número 26 del decreto Ad Gentes del Vaticano II: “los misioneros conozcan más ampliamente la historia, las estructuras sociales y las costumbres de los pueblos, y se interesen también del orden moral y de los preceptos religiosos, así como de la mentalidad íntima que dichos pueblos han ido formándose, de acuerdo con sus tradiciones sagradas, acerca de Dios, del mundo y del hombre”. Traté de entrar en las venas de Latinoamérica (Las venas abiertas del Latinoamérica – Eduardo Galeano) o mejor en todas las sangres del Perú (Todas las sangres – Arguedas).

Entonces ¿yo soy de la Teología de la Liberación?
Sí, yo me reconozco en las instancias de la Teología de la Liberación. Me reconozco en el método y en las reflexiones teológicas, en la lectura bíblica y su fuerza propulsora.
Me reconozco en los escritos de hombres apasionados y enamorados de Dios, de esta tierra, de su gente y de su historia como Gustavo Gutierrez, Jon Sobrino, Leonardo Boff. Amo la practica pastoral de Oscar Romero, Helder Camara y Pedro Casaldaliga. Me siento incomodo con las actitudes y declaraciones de la Congregación para la Doctrina de la Fe. En particular me refiero a la Notificación de la Congregación para la Doctrina de la Fe aprobada por Benedicto XVI el 13 de octubre 2006 sobre dos escritos de Jon Sobrino: Jesucristo liberador. Lectura histórico-teológica de Jesús de Nazaret (Madrid, 1991) La fe en Jesucristo. Ensayo desde las víctimas (San Salvador, 1999).
No me siento conforme con la perspectiva del pensamiento romano único que pide uniformidad y que no reconoce las diferencias que tienen raíces en otras tierras y otras culturas.

La Teología de la Liberación es para mí como los lentes que esta tierra me ha regalado para poder mirar a su realidad. Yo no puedo decir que soy de estos lentes, pero los considero fundamentales para leer la realidad que hace parte de mi presente y de mi futuro.

La Teología de la Liberación es expresión de un deseo de bien, es una práctica humana en búsqueda de justicia para el hombre y la mujer oprimida.
¿Se puede condenar un deseo, un sueño, el intento de un camino bueno? Para Roma parece que sí, pero yo no reconozco estas condenas.
Siempre trataremos de caminar en un camino que sentimos profundamente bíblico, cristiano, eclesial y humano.

En este sentido me siento de la Teología de la Liberación, de las reflexiones y prácticas libertadoras a favor de todos los oprimidos de la historia. Me reconozco en la lectura popular (o pastoral) de la Biblia. Sueño con las pequeñas comunidades de base que “despliegan su compromiso evangelizador y misionero entre los más sencillos
y alejados, y son expresión visible de la opción preferencial por los pobres” (Aparecida n. 179).


Emanuele Munafó