miércoles, 23 de mayo de 2012


¿Qué está pasando con esta Iglesia?

Es un asombro lo que está pasando a padre Gastón Garatea. Es difícil para mí hasta encontrar las palabras adecuadas para describir los sentimientos que provocan este humillante acontecimiento. Retirarle el permiso de ejercer el ministerio en la diócesis de Lima es una bofetada a toda aquella parte de Iglesia que escogió un trabajo social a favor de los pobres poniéndose a su lado. El asunto no es simplemente hacer caridad, sino creer en la participación y construcción de una imagen de Iglesia que sabe concertar y reconocer los derechos fundamentales de las personas, no solo porqué la piensan o porqué viven como nosotros, sino por el simple hecho de ser personas.

No conozco personalmente al padre Gastón Garatea, pero sí pude escuchar una sola ponencia suya por haber trabajado dos años en la Mesa de Concertación de Lucha contra la Pobreza; donde me permitió sentirme parte de su trabajo y visión pastoral. Aprecié la intuición y la humildad de sentarse alrededor de una misma mesa con representantes de la sociedad civil y política para buscar juntos caminos de lucha contra la pobreza.

No se sabe todavía la razón de esta no renovación de la licencia ministerial con la cual, con una actitud que personalmente considero abusiva y contraria al evangelio, se excluyó padre Gastón del ejercicio del ministerio dentro los límites de la diócesis de Lima.  Pero si es verdad que la razón es la posición de padre Gastón a favor de la unión civil entre personas del mismo sexo,  entonces creo que yo también ya no podría celebrar en Lima.

El asunto no es declarar sacramento una unión que la Iglesia Católica no reconoce como matrimonio, sino mostrarse de acuerdo con los derechos fundamentales de las personas que se deberían reconocer a todos, por el simple hecho de participar de la misma sociedad humana. No estamos hablando de personas que están incurriendo en un delito sino de personas que viven una opción sexual diferente de la heterosexual. Si después la sociedad civil quiere llamar esta unión civil con el nombre de matrimonio, tiene toda la libertad de hacerlo. La palabra matrimonio no es de propiedad ni católica ni religiosa en general. Creo que quien quiera la puede utilizar para expresar la unión entre las personas, simplemente hay que especificar el campo en la que se la utiliza.

El problema creo sea la percepción que como Iglesia tenemos de nosotros mismos delante de la sociedad humana. Una cosa es pensar que nosotros poseemos la verdad, en cambio es diferente reconocerse discípulos de la misma. Creo que la Iglesia que se piensa dueña de la verdad vivirá de palabras superbas y hasta agresivas para defender e imponer lo que cree. La Iglesia que se reconoce discípula vivirá en un estado de eterno discernimiento y exégesis de la verdad y de la realidad, en un esfuerzo común con quien la piensa también en manera diferente.

Tal vez no logro encontrar las palabras más adecuadas para poder expresar mis sentimientos y pensamientos, pero no quiero limitarme a confirmar mi respaldo al padre Gastón, sino quiero empezar a esforzarme a expresar mi personal pensamiento y mis convencimientos, porqué en la Iglesia no somos todos iguales y tampoco pensamos de la misma manera, o personas que se sometan y piensen como el cardenal Juan Luis Cipriani.

Finalmente la libertad de pensamiento y de palabra nadie puede quitarla. Solo se trata de poner de nuestra parte y empezar a hablar, a pesar de las consecuencias que esto puede traer.

Emanuele Munafó

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