lunes, 4 de junio de 2012

Iglesia un tema moral (parte primera): entre medios y finalidades


Cuando se toca el tema moral dentro de la Iglesia, sabemos que la mayoría de las veces es para hablar de sexualidad o de la defensa de la vida, como si estos fueran los únicos verdaderos problemas éticos que tendríamos que profundizar y cuidar. Llegaremos a hablar también de esto, sobre todo de los excesos que se han dado en el considerar la moral sexual, pero en este momento me urge el problema moral de la relación entre medios y finalidades. Creo sea uno de los aspectos que tendríamos que considerar porque revela un rostro de Iglesia que de frecuente traiciona su verdadera misión o papel dentro de la sociedad.
Hay una parte de Iglesia que, creyendo en la bondad de la finalidad de su misión, considera el medio solo una modalidad para realizarla. En esto caso no se supone el medio moralmente bueno o malo, pero simplemente útil. Esta Iglesia considera entonces justificable muchas actitudes si son por un bien superior. En cambio hay que considerar que el juicio moral no tendría que expresarse solo sobre la finalidad, sino también sobre los medios que se utilizan, porqué estos son parte integrantes de la finalidad que se quiere alcanzar.

Parece un discurso un poco alto, pero no es así si lo vemos en la práctica cotidiana de la Iglesia.
La Iglesia se siente investida por una misión divina en el mundo, como si fuera la única responsable y protagonista de esta misión. Una parte de Iglesia piensa que para poder desarrollar esta misión se necesita mucho dinero que se reconoce como medio posible.  Después se llega a pensar en que el dinero no es solo un medio posible, sino necesario y que no se requiere mucho dinero, sino muchísimo. El dinero se transforma de medio a finalidad.
Ahora nos preguntamos ¿Qué estamos disponibles a hacer para conseguir el dinero necesario para poder cumplir con nuestra divina misión?
No digo que no hay una Iglesia atenta a una cierta coherencia moral entre finalidades y medios, pero sí es muy común justificarse en la práctica de los medios para alcanzar la finalidad. Creo que esto nace de la actitud de fondo de sentirse siempre de la parte de los buenos, investidos por Dios de una misión divina y entonces justificados por Él en la modalidad de realizar esta misión.
Para verificar esto sería suficiente analizar la práctica de algunas diócesis en tierra de misión que son siempre en búsqueda de fondos para sustentar sus actividades. Sería ya útil ver cuál es la actitud de las diócesis con estos entes financieros, donde la aproximación de los presupuestos y las pequeñas o grandes mentiras se han vuelto medios necesarios para poder obtener lo que se necesita. Cualquier sacerdote a ti te diría que no se tiene que mentir, que hay que ser honesto y que no se tiene que robar, pero cuando se lo cuestiona está en mano de sacerdotes y obispos, la grandeza de la finalidad, hacen justificar hasta esto “pequeño pecados veniales”.
Una Iglesia que actúa así se revela, por llevar adelante sus intereses, como una institución autoreferencial, oportunista, deshonesta y desencarnada de la realidad de la gente, hecha también por reglas sociales que todos tendríamos que respetar.

Me pregunto entonces sobre la actitud de la Iglesia delante de la vida política territorial y mundial. Pero antes quiero recordar la actitud de Jesús.
Un vez que Jesús reconoció su misión de anunciar al Buena Nueva escogió también la modalidad para realizarla. Jesús no escogió ni el Templo, ni el Palacio y ni las clases de poder de sus tiempos (autoridades y sacerdote), más bien en el Palacio entró solo para ser condenado. La modalidad de Jesús es clara y poco cuestionable. Escogió estar a lado de los excluidos como un excluido, a lado de los pobres como un pobre. No escogió la modalidad del mesías real, sino del mesías siervo (cfr. Las profecías de Isaías y Malaquías en Mc 1, 15). Jesús no buscó una relación con los poderes del tiempo para encontrar subvenciones o favoritismos en relación a algunas leyes. Se puso de la parte del oprimido dejándose oprimir él mismo. Escogió el camino del martirio y no lo del reconocimiento. Así fue la primera Iglesia que al principio luchó para no perder la pureza de su mensaje a costo de no ser reconocida como religión lícita (cfr. Las diatribas entre Pablo, Santiago y Pedro) y entonces a costo del martirio vivido a lado de los pobres y de los oprimidos.

Diferente me parece la iglesia de hoy que ve en la política una oportunidad para llevar adelante sus intereses personales, creídos en sí buenos en cualquier caso. Es una Iglesia que busca el favor de las leyes en contrasto con el testimonio que debería llevar adelante. Busca subvenciones a costo del silencio que tiene que guardar por el juego de una actitud de política correcta. Busca aliados que coinciden con sus intereses, hasta tomar distancia en el momento en que se tiene que asumir las responsabilidades.
La historia de la Iglesia está repleta de ejemplos antiguos y modernos que son prueba de esta modalidad política, de esta modalidad que justifica los medios a favor de la bondad de la finalidad.
La Iglesia a esta altura se transforma solo en un partido entre los otros, también si después declara que no entra en política, también si en la práctica su discurso de partido es muy claro.
Una Iglesia que en la práctica justifica el medio utilizado por la supuesta bondad de la finalidad es una Iglesia que traiciona el mensaje de Jesús que no fue solo un concepto, sino una modalidad de estar en medio de la sociedad.

No estoy diciendo que como cristianos no tenemos que entrar en la vida política, más bien el mismo discurso de Jesús tenía reflejos políticos inmediatos. Es la política que finalmente mató a Jesús. Le pido a la Iglesia que no entre en relación con la política para pedir favores o ventajas para sí misma, también si es por una buena finalidad. No lo haga para reafirmar un poder o una importancia en la historia del hombre, esto lo hacen ya los partidos. Solo si la Iglesia se pone simplemente y humildemente a servicio del hombre afirmará su importancia, porque la Iglesia vale solo si lava los pies, y no si se hace poner coronas.

Los laicos participen y sean protagonistas de la vida política desde su dimensión de fe, pero después se dejen guiar por su conciencia personal, no se sienten soldados de un ejército cristiano o católico. La conciencia se puede educar pero hasta Dios la respeta como signo de su amor que invoca la total libertad de adhesión. Su conciencia viene antes de cualquier ley.

Me pregunto si es tan necesario que la Iglesia Católica se reconozca y mantenga como un estado en medio de otros (el Vaticano) y no sea el caso de someternos a la vida política participando en esta y no tratando de manejarla. Considero vergonzoso que todavía en el 2012 tenemos como Iglesia una organización estatal como las grandes naciones, con sus líderes, con su banco y con sus privilegios.

Tal vez puede ser un discurso demasiado idealista y sencillo, pero también en esto me parece que nos hemos alejado demasiado de la intuición inicial de Jesús que pienso no tenía ninguna intención de fundar una religión y aun menos un estado que la soportara. Entre el Evangelio de Jesús y nosotros no hay solo dos mil años de historia de diferencia, sino dos mil años de decisiones que nos han llevado a ser otro que ni la historia ahora puede justificar.

Emanuele Munafó

2 comentarios:

  1. Carmen Rodríguez1 de julio de 2012, 0:20

    Excelente encontrar estas reflexiones acerca del rumbo que ha tomado la Iglesia y que le está costando el alejamiento de tantas personas. Sobre todo encontrar estos pensamientos en un sacerdote. Lo felicito de verdad. Lo único, un lenguaje inclusivo se hace necesario. Más sobre el sacerdocio femenino. Mucho más sobre la posición de la mujer. La intromisión en su cuerpo. Por lo demás suscribo todo... en especial la existencia del Vaticano. Es que puede existir santidad en medio de tanto dinero y poder? Por qué los cristianos no se hacen esta misma pregunta? Por qué todos han olvidado el mensaje de pobreza de Jesús?

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  2. Muy valiosos estos estos temas que aborda el padre Emanuele,lo que pasa es que muchas veces,en las religiones no queremos perder,de tal manera no asumimos una realidad.Pero tenemos que despertar,por que el mundo cambia y las iglesias si quieren mantener su hegemonia tienen que estar al ritmo de la epoca y de las ideas de la gente y no quedar estancados en parametros medievales.
    La biblia debe ser tomada en cuenta pisando tierra y no solo sutilezas que al final no llenan al hombre que busca en Dios la verdad,hay que desterrar la hipocresia.Le felicito.

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